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Oñati, la ‘Toledo vasca’ en Gipuzkoa

 

El casco viejo está repleto de edificios señoriales, iglesias y universidades clasicas que contrasta con el santuario de Arantzazu que es rabiosamente vanguardista



Oñati, la ‘Toledo vasca’ en Gipuzkoa
Oñati, Gipuzkoa (Theklan vía Wikimedia Commons)


La villa de Oñati, en el sur de la provincia de Gipuzkoa, es una de las
más monumentales del País Vasco, hasta el punto de que se la conoce incluso como ‘la Toledo vasca’. El casco viejo está repleto de edificios señoriales, iglesias e instituciones educativas de corte clásico, que contrastan vivamente con otro conjunto arquitectónico situado en el municipio y que es rabiosamente vanguardista, el santuario de Arantzazu.El epicentro de Oñati es la plaza de los Fueros, un espacio cuadrado adornado en cada uno de sus lados por inmuebles porticados de fachadas que impresionan. El Ayuntamiento, de estilo barroco, es rotundo. El palacio Lazárraga y el entorno de la iglesia de san Miguel también llaman la atención por su robustez, por la presencia de la piedra desnuda. Es un templo de dimensiones gigantescas cuyo campanario despunta sobre el horizonte de la villa. El oratorio es original del siglo XI, aunque hay añadidos como el claustro plateresco, el retablo barroco y el propio campanario, que es neoclásico.

Plaza de los Fueros de Oñati, el edificio central es el Ayuntamiento y el de la derecha es la casa-torre Lazárraga.
Plaza de los Fueros de Oñati, el edificio central es el Ayuntamiento y el de la derecha es la casa-torre Lazárraga. (Oñatiko Turismo Bulegoa)
Como es previsible, los oñatiarras escogen estas calles centrales del pueblo para su peregrinación a los bares de pintxos en los que se potea antes del almuerzo y la cena y, más intensamente, durante los fines de semana.
Otro de los edificios señalados es el convento de Bidaurreta, institución religiosa que mezcla estilos artísticos, fruto de remodelaciones a lo largo de los tiempos. Se levantó en el siglo XIV. Al entrar en la iglesia llama la atención que el pavimento está formado por lápidas. Fue el cementerio de la población hasta que agotó su espacio.

Universitdad Sancti Spiritus, Oñati, Gipuzkoa
Universitdad Sancti Spiritus, Oñati, Gipuzkoa (santirf / Getty Images)

En la salida sur del pueblo está uno de los edificios más imponentes: la Universidad Sancti Spiritus, mandada levantar por el rey Carlos V. Tiene una fachada plateresca y un claustro magnífico de dos pisos. Los medallones de piedra muestran unas figuras humanas de gran expresividad. El artesonado de la techumbre es mudéjar. Este complejo funciona ahora como centro de exposiciones, debates, exposiciones y todo tipo de actividades culturales.

Precisamente de la misma calle en que se encuentra la universidad parte la cinta de asfalto que en diez kilómetros –pero dentro de los límites municipales– lleva al santuario de Arantzazu, una apuesta arquitectónica reñida con el clasicismo. Es uno de los centros espirituales más venerados del País Vasco. Se alza sobre el lugar en que cuenta la leyenda que un pastor halló a la Virgen entre zarzales y le preguntó en euskera “Arantzan, zu?” (“¿Tú entre los espinos?”), lo que daría pie al topónimo y al nombre de esta Virgen.

Santuario de Arantzazu,Gipuzkoa
Santuario de Arantzazu,Gipuzkoa (jon chica parada / Getty Images)

El santuario de Arantzazu era solo una ermita cuando se levantó en el año 1468. Ha sufrido a lo largo de estos siglos hasta tres incendios. Tras el último, se decidió acometer la remodelación definitiva del santuario. A partir de 1950 se entregó a destacados artistas vascos la responsabilidad de darle nueva forma. Así surgió el campanario de hormigón que precisamente recuerda los espinos, obra de los arquitectos Saenz de Oiza y Laorga; el frontispicio de apóstoles vaciados de carne mortal que impresionan en la escalinata descendente de acceso creados por el escultor Jorge Oteiza; las puertas firmadas por Eduardo Chillida; y los murales de la cripta, obra del pintor Néstor Barrenetxea.

Así, Arantzazu, que hoy además de centro de culto lo es de pensamiento político y de la paz, ha sabido mezclar sabiamente lo clásico (la talla de la Virgen policromada del siglo XII) con lo más vanguardista, en el entorno maravilloso de un vertiginoso precipicio que da pábulo a algunos de los bosques más misteriosos y mágicos de la provincia.

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